viernes, 3 de febrero de 2017

En España falta construcción estatal

El Gobierno español tiene un plan de acción para Cataluña que consiste en oponerse punto por punto a los pasos que se dan hacia la “desconexión” y hacia el referéndum. Al nombrar el nuevo Gobierno, el Presidente Rajoy intentó un enfoque más amable, y pidió a sus Ministros más presencia en Cataluña. En diciembre pasado la Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría inició un dialogo activo con la Generalitat, y mantuvo varias reuniones sobre temas financieros con Oriol Junqueras. Pero las autoridades de la Generalitat no se han movido un milímetro del plan soberanista. Su tozudez ha provocado un cambio de tono del Gobierno, que ahora vuelve a ser más firme y más pegado a la partitura jurídica.

El Gobierno debería haber comprendido hace tiempo que el independentismo en Cataluña es un prodigio de psicología social. Jordi Pujol ya lo explicó en su libro de 1976 sobre la inmigración, donde dijo que el problema de Cataluña se había originado en el año 1200 con la derrota de los Albigenses, y todo lo que había ocurrido después era irrelevante. En la etapa de Mas, la Generalitat promovió el mensaje de que desde 1714 habían existido 300 años de represión, incluyendo la etapa democrática. La empanada mental de los independentistas es notable, pero ellos están seguros de tener razón de una forma irrazonable, como apunté en Quijotes catalanes. Tan seguros, que se dedican a lavar el cerebro a sus compatriotas, mientras preparan una declaración de independencia con métodos propios del ascenso del totalitarismo a comienzos del siglo XX, lo que ha dado lugar a las protestas de juristas catalanes que piden algo tan fundamental como el respeto del Derecho y las libertades en el seno de la Unión Europea. Los soberanistas son maquiavélicos: su fin justifica cualquier medio.

En esta coyuntura, el Gobierno ha renunciado a la construcción estatal. La oposición jurídica al procés no se combina con una narrativa atractiva para explicar los grandes valores de España en un mundo peligroso y las enormes ventajas de ser español hoy. Mientras los soberanistas no paran de contar trolas sobre la historia y de hacer interpretaciones políticas sesgadas, el Gobierno no pone de relieve las virtudes del proyecto común español. Este proyecto se asienta en la pluralidad, el éxito económico, los avances sociales, una cultura mestiza y global, el imperio de la ley, la integración y la tolerancia, un sistema democrático sano, una participación activa en la integración europea, así como una contribución crucial a la paz y las instituciones internacionales.

No basta ser uno de los primeros Estados del mundo... Hay que explicarlo también

Cada comunidad política tiene una base identitaria. Es más fácil identificarse con comunidades cercanas, como la ciudad o la región, y más difícil identificarse con entidades lejanas como la Unión Europea. Las comunidades políticas existen en dos niveles que van de la mano: cultural y social, como sustrato necesario, y político y jurídico, como constructo que se levanta sobre el cimiento anterior. No puede articularse una realidad política y jurídica si no hay un sentimiento común. Y ese sentimiento hay que cultivarlo en las cabezas y en los corazones. Esto se aplica a las naciones y a los Estados (en inglés se habla de nation-building y de state-building), y también a identidades más amplias (como la europea).

En España no podemos dar por supuesta la identidad estatal por muy buenos argumentos que la sostengan. Hay que trabajar cada día para fomentar una construcción estatal con decisión y convicción. Frente a los ataques injustos y llenos de mentiras que el Estado está recibiendo, es preciso un relato de verdad. Hay que responder a los desmanes jurídicos en Cataluña, pero ese es solo un enfoque reactivo; al mismo tiempo debe hacerse un trabajo proactivo de construcción estatal, para que todos comprendamos las razones de peso que existen para querer al Estado. Un Estado que ofrece protección en un mundo convulso (también de los derechos y libertades de los catalanes frente al fanatismo totalitario), y que permite contribuir a unas relaciones internacionales basadas en valores y principios fundamentales.

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